Frases como “yo ya trascendí eso”, “mi vibración es más alta” o “ellos no entienden mi luz” pueden sonar inspiradoras… pero si se repiten sin cuestionarlas, pueden alejarnos de una espiritualidad auténtica. Hoy, con la inteligencia artificial, estas ideas se pueden reforzar a diario, creando burbujas de creencias que parecen verdades absolutas.
El ego, envuelto en palabras bonitas y aroma a incienso, también puede tener voz artificial. Una voz que halaga, pero que muchas veces aísla.
La glándula pineal, en cambio, nos conecta con una visión más amplia y honesta. Nos impulsa a ver tanto nuestra luz como nuestras sombras, no para juzgarnos, sino para transformarlas y crecer. Al activarla, comprendemos que la verdadera evolución no separa: une. Nos hace más conscientes de que todos somos parte de un mismo todo
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